«En el principio de los tiempos, la Palabra era una emanación divina, en unión con Dios, y la Palabra era Dios. En el idioma hebreo, el nombre de un objeto y el objeto mismo son una sola cosa, una sola entidad indivisible. El hebreo es un idioma semítico de raíces profundas, uno de los más antiguos que conocemos. Su alfabeto, el Alefato, consta de 22 letras consonantes, y su correcta pronunciación -con la inclusión de fonemas vocálicos- es considerado un conocimiento oculto y poderoso. Los puntos masoréticos fueron inventados para ayudar en la pronunciación de las palabras comunes, o se utilizaron ciertas letras como vocales. La escritura se realiza de derecha a izquierda y cada palabra debe contener al menos dos letras. Además, cada una de las 22 letras tiene un valor numérico, lo que permite el uso de técnicas hermenéuticas como la Guematria y el Notarikón en la Cábala.»

«El Alefato hebreo, conocido también como el «Alfabeto de Fuego», es admirado por la belleza de sus trazos y quizás, porque la letra שּׂ corresponde al 22 sendero del Arbol de la Vida, por donde entra el Rayo Relampagueante. Su significado es precisamente Fuego y Espíritu, y su forma recuerda a una triple llama. Las 22 letras se complementan con 5 letras finales, una variante del símbolo correspondiente a 5 letras específicas al escribirlas al final de una palabra. Existen también 3 letras madres, conocidas como los 3 orígenes: אּ ALEF, representando al elemento aire, מּ MEM representando al elemento agua, y שּׂ SHIM representando al elemento fuego. La letra alef es la primera del alfabeto, la shin es la última y la mem es la central si se considera el alfabeto completo de 27 letras. «
El Árbol de la Vida
El Arbol de la Vida o Arbol Sefirótico es el símbolo central de la Cábala, representando la totalidad de la creación. En el Sefer Yetziráh se menciona que está compuesto por «Diez sefirot de la Nada y 22 letras fundamento». En el Génesis, se relata que en el Jardín del Edén existen dos árboles: el Arbol de la Vida y el Arbol de la Ciencia del Bien y del Mal. Mientras que el fruto del primero es la vida eterna, el del segundo es la muerte.
Sin embargo, podemos interpretarlo de otra manera, como lo sugiere la frase de Ramana Maharsi: «Discriminar entre el mal y el bien es el origen de todo pecado». El Arbol de la Vida es una representación del camino que el alma recorre para retornar a su origen. La triada formada por las primeras tres esferas se conoce como Triada de las Raíces o «Gran Rostro», ya que se refiere a la divinidad. El resto del Arbol se llama «Pequeño Rostro» y está separado por una barrera: el Abismo. En este punto se encuentra la esfera oculta del Conocimiento, Daat.

El Arbol de la Vida es también conocido como el «Camino del Corazón», ya que el corazón en hebreo, leb, suma 32, que es el número de veces que se menciona a Dios en el Génesis. Además, las letras lamed y beth forman parte de la palabra Kabaláh. En resumen, la Cábala es una escalera que permite remontar los sucesivos niveles de manifestación hasta alcanzar la Causa Suprema.
La Escalera de Jacob
La Escalera de Jacob es un símbolo poderoso en la Cábala, que representa la conexión entre el cielo y la tierra, entre lo divino y lo humano. Como la escalera que Jacob vio en su sueño, esta conexión se da a través de los distintos niveles de manifestación, cada uno con su propio Arbol de la Vida. Estos árboles se encadenan entre sí, formando un flujo continuo que conecta todo lo que existe.
La cabeza, como señala Rumi, es la escalera que permite alcanzar el cielo, pero también es necesario poner los pies en la tierra. El trabajo del alma requiere estar conectada a todos los niveles, desde el físico hasta el espiritual. El árbol de cada mundo crece a partir de la estructura del anterior, y está compuesto por cuatro niveles de manifestación: físico, emocional, mental y espiritual.

La estrecha relación entre Keter y Tiferet es fundamental en esta conexión, ya que Keter es la corona del árbol, mientras que Tiferet es su centro. Esto se puede ilustrar con la frase de Jesús: «El Padre y Yo somos Uno», ya que ambas esferas representan la unidad entre lo divino y lo humano.
Por otro lado, los ángeles que suben y bajan por la escalera representan el movimiento continuo en ambas direcciones, de la involución hacia abajo y la evolución hacia arriba. La creación no es algo que sucedió en el pasado, sino que es algo que está sucediendo en cada instante. La escalera de Jacob es un recordatorio de esta verdad, y una invitación a seguir subiendo hacia el cielo, mientras mantenemos los pies firmes en la tierra.
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